Obsolescencia programada (o no…)

Se denomina obsolescencia programada u obsolescencia planificada a la determinación, la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de modo que tras un período de tiempo calculado de antemano, dicho producto o servicio se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible.

Partimos de esto, de la definición de obsolescencia programada y sabiendo a ciencia cierta que ésta existe y se practica reitradamente por los grandes fabricantes.

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Este tipo de estratagemas existen, unas veces son más evidentes y otras menos, pero lo cierto es que a menudo nos encontramos con que diferentes productos tienen una vida útil menor de lo que esperamos o deseamos. ¿Nos estamos acostumbrando los consumidores a que esto sea así? Ya damos por hecho que cuando compramos un producto determinado nos durará unos meses-años y que después tendremos que sustituirlo, pero… ¿La causa de todo es la obsolescencia programada?

Nuestra opinión es que no. A pesar de todo esto, no podemos achacar la poca vida útil de algunos productos a la obsolescencia programada. En muchos casos, queremos comprar productos baratos o con alguna “tara” y después pretendemos que nos duren lo mismo (o más…) que otros que quizá tienen un precio más elevado.

Nuestro mercado se está viendo invadido por fabricantes y por comerciantes que distribuyen productos fabricados con componentes de baja calidad, reduciendo costes y precio de venta.

La mayor parte de las veces no tiene nada que ver con su cuenta de resultados, sino con la presión que nosotros, los consumidores, ejercemos sobre los productos que salen al mercado, demandando siempre un mejor precio sin pararnos a valorar la procedencia o calidad de los mismos. Funcionarán correctamente durante un tiempo, pero es muy posible que más pronto que tarde dejen de hacerlo. ¿Obsolescencia programada? ¡No! Productos baratos que llegan hasta donde llegan.

Como decíamos antes, la obsolescencia programada existe, pero no lo es todo, sencillamente a veces también adquirimos productos de baja calidad, aunque pretendamos creer que son iguales que otros…

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Desde aquí animamos a repensar la estrategia de compra a la que nos vemos sometidos, comprar más con la cabeza y menos con el impulso. Asesorarnos bien, planteando cuáles son nuestras necesidades y buscando el mejor producto que pueda cubrirlas, cuidando no sólo el precio sino también la calidad y el servicio postventa que se nos ofrece. Así lograremos una vida útil que aumentará nuestra satisfacción con el producto, evitaremos colaborar con empresas que utilicen técnicas de producción poco éticas y cuidaremos del medio ambiente.

 
 

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